17/12/2013 17:05:27
Alfredo María Bonanno
Los anarquistas molestan
Otro,Opinión,https://www.youtube.com/watch?v=hSR9orYL-0s,Los anarquistas
son enemigos declarados del Estado y de todas las realizaciones
institucionales concretas de las que este se dota para controlar y
reprimir. Esta declaración de principio, aun con su carácter abstracto, es
uno de las características esenciales del anarquismo y nunca ha sido puesta
en duda.
El Estado sabe perfectamente que los anarquistas son sus irreductibles
enemigos, los que, con más o menos eficacia, lo combatirán hasta el final.
Pero sabe también que, propiamente por esta posición de total y radical
enemistad, los anarquistas no pueden encontrar aliados en su lucha contra
el Estado, salvo en la participación espontánea de individuos deseosos de
transformar las condiciones de opresión en las cuales vivimos todos.
Lejanos de cualquier juego de poder, diamantes en su cristalina pureza
ideal, los anarquistas han representado desde siempre la espina clavada de
todo Estado, desde el despótico al democrático, de aquí la particular
atención que los órganos de policía de cualquier tipo han mantenido sobre
ellos.
Y ya que policía y magistratura saben bien que los anarquistas, aunque
extraños a toda búsqueda de alianzas políticas, logran encender las
simpatías de los que no se han vendido definitivamente, y ahí los tienes
con todos los medios para tratar de implicarles en acciones que a menudo no
pueden ser obra de ellos, no tanto por motivos de hecho sino por elección
de fondo, por motivación de principio.
Los anarquistas están al lado de quien sufre la opresión a menudo sin saber
como reaccionar, y esto lo saben todos. Su cercanía es a veces ideal, pero
otras tantas ofrecen una mano para el ataque contra los intereses de los
dominadores. El sabotaje constituye un ejemplo fácil de seguir,
especialmente cundo se realiza con medias simples y por lo tanto resulta al
alcance de todos. Esto molesta.
Otro,Opinión,https://www.youtube.com/watch?v=hSR9orYL-0s,Los anarquistas
son enemigos declarados del Estado y de todas las realizaciones
institucionales concretas de las que este se dota para controlar y
reprimir. Esta declaración de principio, aun con su carácter abstracto, es
uno de las características esenciales del anarquismo y nunca ha sido puesta
en duda.
El Estado sabe perfectamente que los anarquistas son sus irreductibles
enemigos, los que, con más o menos eficacia, lo combatirán hasta el final.
Pero sabe también que, propiamente por esta posición de total y radical
enemistad, los anarquistas no pueden encontrar aliados en su lucha contra
el Estado, salvo en la participación espontánea de individuos deseosos de
transformar las condiciones de opresión en las cuales vivimos todos.
Lejanos de cualquier juego de poder, diamantes en su cristalina pureza
ideal, los anarquistas han representado desde siempre la espina clavada de
todo Estado, desde el despótico al democrático, de aquí la particular
atención que los órganos de policía de cualquier tipo han mantenido sobre
ellos.
Y ya que policía y magistratura saben bien que los anarquistas, aunque
extraños a toda búsqueda de alianzas políticas, logran encender las
simpatías de los que no se han vendido definitivamente, y ahí los tienes
con todos los medios para tratar de implicarles en acciones que a menudo no
pueden ser obra de ellos, no tanto por motivos de hecho sino por elección
de fondo, por motivación de principio.
Los anarquistas están al lado de quien sufre la opresión a menudo sin saber
como reaccionar, y esto lo saben todos. Su cercanía es a veces ideal, pero
otras tantas ofrecen una mano para el ataque contra los intereses de los
dominadores. El sabotaje constituye un ejemplo fácil de seguir,
especialmente cundo se realiza con medias simples y por lo tanto resulta al
alcance de todos. Esto molesta.
Otro,Opinión,https://www.youtube.com/watch?v=hSR9orYL-0s,Los anarquistas
son enemigos declarados del Estado y de todas las realizaciones
institucionales concretas de las que este se dota para controlar y
reprimir. Esta declaración de principio, aun con su carácter abstracto, es
uno de las características esenciales del anarquismo y nunca ha sido puesta
en duda.
El Estado sabe perfectamente que los anarquistas son sus irreductibles
enemigos, los que, con más o menos eficacia, lo combatirán hasta el final.
Pero sabe también que, propiamente por esta posición de total y radical
enemistad, los anarquistas no pueden encontrar aliados en su lucha contra
el Estado, salvo en la participación espontánea de individuos deseosos de
transformar las condiciones de opresión en las cuales vivimos todos.
Lejanos de cualquier juego de poder, diamantes en su cristalina pureza
ideal, los anarquistas han representado desde siempre la espina clavada de
todo Estado, desde el despótico al democrático, de aquí la particular
atención que los órganos de policía de cualquier tipo han mantenido sobre
ellos.
Y ya que policía y magistratura saben bien que los anarquistas, aunque
extraños a toda búsqueda de alianzas políticas, logran encender las
simpatías de los que no se han vendido definitivamente, y ahí los tienes
con todos los medios para tratar de implicarles en acciones que a menudo no
pueden ser obra de ellos, no tanto por motivos de hecho sino por elección
de fondo, por motivación de principio.
Los anarquistas están al lado de quien sufre la opresión a menudo sin saber
como reaccionar, y esto lo saben todos. Su cercanía es a veces ideal, pero
otras tantas ofrecen una mano para el ataque contra los intereses de los
dominadores. El sabotaje constituye un ejemplo fácil de seguir,
especialmente cundo se realiza con medias simples y por lo tanto resulta al
alcance de todos. Esto molesta.
Otro,Opinión,https://www.youtube.com/watch?v=hSR9orYL-0s,Los anarquistas
son enemigos declarados del Estado y de todas las realizaciones
institucionales concretas de las que este se dota para controlar y
reprimir. Esta declaración de principio, aun con su carácter abstracto, es
uno de las características esenciales del anarquismo y nunca ha sido puesta
en duda.
El Estado sabe perfectamente que los anarquistas son sus irreductibles
enemigos, los que, con más o menos eficacia, lo combatirán hasta el final.
Pero sabe también que, propiamente por esta posición de total y radical
enemistad, los anarquistas no pueden encontrar aliados en su lucha contra
el Estado, salvo en la participación espontánea de individuos deseosos de
transformar las condiciones de opresión en las cuales vivimos todos.
Lejanos de cualquier juego de poder, diamantes en su cristalina pureza
ideal, los anarquistas han representado desde siempre la espina clavada de
todo Estado, desde el despótico al democrático, de aquí la particular
atención que los órganos de policía de cualquier tipo han mantenido sobre
ellos.
Y ya que policía y magistratura saben bien que los anarquistas, aunque
extraños a toda búsqueda de alianzas políticas, logran encender las
simpatías de los que no se han vendido definitivamente, y ahí los tienes
con todos los medios para tratar de implicarles en acciones que a menudo no
pueden ser obra de ellos, no tanto por motivos de hecho sino por elección
de fondo, por motivación de principio.
Los anarquistas están al lado de quien sufre la opresión a menudo sin saber
como reaccionar, y esto lo saben todos. Su cercanía es a veces ideal, pero
otras tantas ofrecen una mano para el ataque contra los intereses de los
dominadores. El sabotaje constituye un ejemplo fácil de seguir,
especialmente cundo se realiza con medias simples y por lo tanto resulta al
alcance de todos. Esto molesta.
Blanco
martes, 17 de diciembre de 2013
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