- La presencia de los gránulos de soya genéticamente modificada afecta a los apicultores de la zona
- La región es la principal productora del país; en gran proporción exporta al mercado europeo, particularmente a Alemania
- En 2011 el gobierno autorizó la siembra de más de 47 mil hectáreas de esa leguminosa en el área
- El estudio fue realizado en laboratorio de la UNAM
La miel de abeja que se produce en la Península de Yucatán contiene polen de soya genéticamente modificado (GM) o transgénico, lo que deriva en el rechazo del producto en el mercado internacional, con un consecuente impacto negativo para los apicultores de la región, dijo un reporte científico.
Tras un estudio realizado por el laboratorio 312 del posgrado de Alimentos y Biotecnología de la Facultad de Química (FQ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Maricarmen Quirasco Baruch y Amanda Gálvez Mariscal demostraron que debido a que las abejas de esa región visitan las plantas de soya, colectan el polen, lo transportan al panal y termina en las mieles, se demerita su calidad en el mercado orgánico.
Considerada la zona apícola más importante del país y la de mayor prestigio a escala nacional e internacional, la Península de Yucatán es la que produce mayor volumen de miel que, en gran proporción, se exporta al mercado europeo, particularmente a Alemania.
En esa región mexicana las abejas pueden volar varios kilómetros en busca de polen y néctar, por lo que se topan en su camino con plantas que provienen de cultivos GM, explicó Maricarmen Quirasco.
La presencia de soya transgénica no representa ningún problema de salud o ecológico, pero los apicultores nacionales sufren menoscabo económico, pues ya no pueden comercializar su mercancía como orgánica. Esto es terrible, porque es el tercer producto agropecuario que se exporta a Europa y con ello se boicotea el mercado mexicano, lamentó.
El problema se presentó en 2011, año en que el gobierno mexicano autorizó la siembra de más de 47 mil hectáreas de soya en la península, lo que coincidió con la resolución del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) de que la miel que presentara trazas de polen genéticamente modificado debería recibir aprobación regulatoria antes de ser comercializada.
Ante ello, la universitaria sugirió evitar permisos para la siembra de plantas transgénicas –no sólo de soya– en sitios donde haya actividad apícola.
Las pruebas para detectar trazas de productos transgénicos en la miel son difíciles y complicadas, incluyen experimentos de laboratorio con equipamiento especializado que tiene la FQ.
Las investigadoras, junto con su grupo, desarrollaron una metodología de biología molecular capaz de identificar secuencias GM en granos de polen en miel de abeja. Lo que aportamos son los procesos que se basan no sólo en el análisis microscópico, sino en la extracción del ADN del polen, indicó Gálvez Mariscal.
Sin ello, sería imposible distinguir un gránulo de polen de soya transgénica, de uno que no lo es, esto es lo que en la FQ tenemos ya bien desarrollado, acotó.
Los dispositivos para la detección, agregó, han sido adquiridos mediante convenios de colaboración con la Semarnat, Conabio y proyectos PAPIIT.
Esos acuerdos se han logrado por nuestra experiencia. El laboratorio está bien colocado en la red de monitoreo de OGM (organismos genéticamente modificados) de la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad. Somos un laboratorio reconocido por el Cenam y Cibiogem, que da buenos resultados, apuntó.
Además del polen de soya GM, las universitarias han detectado gran cantidad de polen de maíz en las mieles. Por lo anterior, cualquier liberación de maíz GM en la zona traería peores consecuencias en la comercialización de la miel. Además, podemos asegurar que hay cada vez más soya y ese polen sí es transgénico, concluyeron.
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