Una de las entrevistadas aceptó colocarse una cámara oculta para registrar los piropos y comentarios que recibió mientras dio una caminata.
“Sé que me visto de una forma provocativa, pero no significa que deba aguantar esto”, opinó.
Silbidos, vulgaridades, comentarios y tocamientos son el pan de cada día de millones de mujeres en el mundo. Es la forma de acoso más tolerada socialmente y se produce en la calle.
El acoso verbal callejero es la agresión a la mujer menos documentada y la más difícil de clasificar en términos legales, a pesar de que su incidencia supera el 80 por ciento entre las adolescentes y las jóvenes menores de 30 años, según los estudios de la organización sin ánimo de lucro “Stop Street Harassment” (SSH).
Una de cada cuatro niñas ha experimentado ya el acoso callejero a los 12 años y el 90 por ciento de las chicas de 19 años responde afirmativamente cuando se le pregunta si se ha sentido intimidada por las “palabras y acciones irrespetuosas de desconocidos en un espacio público”.
Esa es la definición que SSH da a “acoso callejero”, un término mucho menos estudiado y regulado que “acoso sexual” o “agresión sexual” puesto que se refiere en buena medida a comportamientos que, aunque ofensivos y perturbadores, no están tipificados como delito.
Es más, llamar la atención a las mujeres en la calle y hacer comentarios obscenos sobre su cuerpo se contempla en muchos casos con condescendencia, como un halago o una broma inofensiva.
Con información de Sin Embargo
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